Durante el verano, en ocasiones realizamos actividades deportivas sin suficiente protección contra el calor, que pueden tener consecuencias para nuestra salud.
Entre estos efectos se incluyen los calambres por calor, habituales en personas que hacen ejercicio intenso, prolongado, en general a altas temperaturas, que sudan profusamente, por lo que pierden agua y electrolitos; el agotamiento por calor y el golpe de calor, en este caso, llamado también activo o de ejercicio provocado por ejecución de ejercicio, en ambiente caluroso y húmedo, con escasa hidratación y ropa excesiva que impide la transpiración.
La práctica del uso de la bicicleta para desplazarse por recorridos urbanos e interurbanos es una actividad ampliamente reconocida como sana, ecológica y económica. Tiene efectos beneficiosos no solamente para el o la ciclista sino para la sociedad en general. Durante la época estival es común aumentar la práctica de actividades deportivas al aire libre.
Antes de comenzar el ejercicio es aconsejable conocer los datos sobre la temperatura, la humedad ambiente y la concentración en Ozono. Con una temperatura de 32 grados y una humedad relativa del 80 por ciento, el cuerpo no evapora agua a través del sudor, y por lo tanto, no hay pérdida de calor. En estas condiciones se debe evitar la práctica de todo ejercicio físico.
El viento incrementa el flujo de aire sobre la piel, facilitando la pérdida de calor. También hay que tener en cuenta que las radiaciones solares, que se reflejan de forma directa e indirecta en el agua o en la arena, incrementan la temperatura del cuerpo.
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